Uno de los conocidos efectos colaterales de la paternidad es que las horas pasadas en el cine tienden rápidamente a cero. He tenido la enorme suerte de que los buenos guionistas americanos llevan unos años refugiados en la televisión, escapando de la ramplonería y simpleza de los directivos de los grandes estudios, que siguen empeñados en cargarse el cine haciendo que sus proyectos partan de la premisa de que todos los espectadores son felices poseedores de encefalogramas tan planos como los suyos.
En unos días empieza la tercera temporada de Dexter, la serie que no me ha hecho olvidar a Los Soprano (¿quien puede olvidarse de Los Soprano?) pero que ha conseguido que mi duelo durara un poco menos.
Vía: Espoiler